viernes, 19 de septiembre de 2008

Las organizaciones entre el ser y el parecer

En las organizaciones, las exigencias determinadas por la demanda de los clientes internos y externos son cada vez mayores, la competencia es cada vez más fuerte, la tecnología avanza rápidamente y obliga a cambiar procesos y formas de trabajo, la globalización hace caer fronteras continuamente, haciendo que estas organizaciones queden expuestas frente al mundo entero. y en escasos segundos.

En este mundo en constante cambio, los modernos postulados de la complejidad, la teoría del caos, la teoría general de sistemas y el constructivismo, intentan diseñar explicaciones y estrategias para enfrentar estas nuevas realidades.

Inmersas en este marco complejo, las organizaciones deben ser gestionadas en un contexto de fuerzas de acción y reacción que se originan tanto desde el interior como del exterior de las mismas, con una multiplicidad de interconexiones, vínculos y relaciones entre ellas. Esta situación las obliga a tener que buscar la forma de superarse continuamente para lograr los objetivos propuestos y para sostener los logros a lo largo del tiempo.

De aquí que la tradicional “cultura corporativa” tenga que adaptarse al desafío permanente provocado por los cambios. Debemos acostumbrarnos a abordar la complejidad desarrollando habilidades que nos permitan observar los distintos aspectos que involucran a la organización: desde los contextos mundiales hasta las percepciones individuales.

Un punto clave para plantear, es determinar cuales son aquellas cuestiones básicas que les permitirán a las organizaciones sostener su crecimiento.

Quizás, la primera implicancia consiste en romper definitivamente la lógica de los caminos lineales del estilo “causa – efecto”; para adentrarnos en la interpretación de los hechos a través de nuestras reacciones emocionales, nuestro juicio, nuestras expectativas, nuestras experiencias y nuestros propios filtros.

Bajo un análisis simplista, y basado en nuestra experiencia de trabajo en organizaciones públicas y privadas, podemos distinguir claramente dos extremos, a saber:

Aquellas organizaciones donde si bien se declara otra cosa, en la realidad se privilegian y se premian los resultados sin tener en cuenta la forma en que se logran, donde se piensa en términos de ampliación de espacios de poder por el poder mismo, donde no se respetan los valores que hacen a la dignidad humana, donde la desconfianza, la competencia sin límites, la idea de ganar a cualquier precio están internalizados, donde el ambiente se transforma en indeseable y enfermizo para trabajar, son las que nosotros llamamos “las organizaciones del parecer”.

Por el contrario, en las que existe una genuina voluntad de poner en práctica lo que se declara (voluntad que se traduce en hechos concretos), donde las actitudes de respeto se reflejan en cada una de las acciones que se llevan adelante, donde la confianza y la credibilidad permiten el desarrollo individual y grupal de las personas fomentando el trabajo en equipo, la colaboración, la solidaridad, son las que llamamos, “las organizaciones del ser”.

Esto no implica que estemos ante organizaciones “santas” o “no pecadoras” sino que se trata de organizaciones con mecanismos internos que ante un desvío, reflexionan y de manera transparente toman las medidas correctivas necesarias.

Y entre el “ser” y el “parecer”. . . . un montón de grises. Algunas organizaciones intentando caminar hacia el “ser”, y otras, instaladas (en apariencia cómodamente) en el “parecer”.

Abordar este tema, no nos resulta una tarea sencilla, ya que nosotros mismos ponemos en juego nuestros valores cuando tenemos que tomar decisiones. Y muchas veces, tanto en nuestra vida “pública” como “privada”, nos enfrentamos, consciente o inconscientemente, a un dilema ético que puede no tener una clara, inmediata y evidente resolución, a la disyuntiva de elegir ser coherentes con nosotros mismos o no. Para nosotros es difícil (y a veces mucho) enfrentarnos con las situaciones y elegir “ser”.

Imaginamos que las organizaciones también se enfrentan con dificultades en ese sentido. Y que esas dificultades quizás sean mayores que para los individuos.

En particular, en las organizaciones productivas, la simple enunciación de principios y valores no garantiza por sí sola su aceptación y práctica por parte de todos los niveles que toman las decisiones, desde los accionistas hasta los niveles operativos, pasando, obviamente, por directores y gerentes. Y el comportamiento de una organización no es más que la suma de los comportamientos de sus integrantes.

Respecto del contexto exterior, las organizaciones operan en un medio complejo y plagado de incertidumbres y avances que no controlan y que pueden incluso, desconocer. En el ámbito interno, las personas buscan su desarrollo personal y profesional, y tienen pocas posibilidades de diversificar su riesgo: del éxito de la organización y de su desarrollo en la misma, dependerá su futuro y el de su familia.

Dijimos que las organizaciones van entre el “ser” y el “parecer”. Pero estas organizaciones las conformamos nosotros mismos que, a veces nos comportamos de una manera y otras veces, cuando enfrentamos situaciones similares, lo hacemos de forma distinta. Podríamos decir entonces, que individualmente lidiamos entre la “persona” y el “personaje”, y las organizaciones columpian entre el “ser” y el “parecer”.

Es nuestra intención realizar un aporte a la reflexión, conectando por un lado, la acción que observamos y realizamos en las organizaciones y, por el otro, lo que hacemos y pensamos en nuestro mundo interior. Nos proponemos pensar, con mucha sinceridad, las dualidades y contradicciones que encontramos entre nuestro comportamiento cotidiano “personas vs. personajes” y nuestro comportamiento en la esfera empresarial, “ser vs. parecer”.

"Como podrían los hombres viles y abyectos servir a los gobernantes, si antes de haber obtenido sus cargos, ya están atormentados por el temor de no tenerlos; cuando los han obtenido, están atormentados por el temor a perderlos, y desde el momento en que están atormentados por el temor de perder sus cargos ya no son capaces de nada."
Confucio


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